Cuando la madrugada capitalina es interrumpida por el golpeteo constante de miles de pasos, no hay duda: el Medio Maratón de la Ciudad de México ha comenzado. Este domingo, más de 30 mil corredores transformaron las calles en un río humano impulsado por el lema “Mensajeros de la paz”, evocando a los painanis, aquellos corredores mexicas que llevaban mensajes entre pueblos.
Desde las primeras luces del día, el ambiente en Paseo de la Reforma era una mezcla de emoción, nervios y olor a pomadas para calentar músculos. Desde el Caballito hasta el Bosque de Chapultepec, los grupos se alistaban según el color de su bloque de salida, mientras los primeros en tomar la ruta eran los competidores en silla de ruedas y atletas con discapacidad visual.
La ruta, vestida de verde con camisetas que homenajeaban al quetzal, símbolo de fortaleza y libertad, llevó a los corredores por una travesía de más de 21 kilómetros, en la que no faltaron los aplausos, los carteles de aliento y las bocinas que impulsaban el ánimo.
Los ganadores: Kiprotich y Kibor dominan
En la rama varonil, el ugandés Martín Kiprotich se impuso con un tiempo de 1:03:22, seguido por el keniano Edwin Kiptoo (1:03:28) y Leonard Langat (1:05:49). Aunque Kiprotich no pudo romper la banda de meta por un error logístico, su triunfo fue indiscutible.
Entre los mexicanos, el mejor ubicado fue Jorge Luis Cruz, quien cruzó la meta con 1:07:49, provocando la ovación del público.
En la rama femenil, la keniana Marion Kibor se llevó la victoria con un crono de 1:12:48, seguida por su compatriota Daizy Ruto (1:15:36). La mexicana Kathya García Barrios cerró el podio con un tiempo de 1:19:19, siendo la mejor nacional del día.
Una meta que se desborda
El arco de meta en Reforma se convirtió en un símbolo de resistencia. Los primeros en llegar fueron pocos, pero pronto la línea de llegada se desbordó con una cascada interminable de corredores. Unos lloraron, otros levantaron los brazos al cielo o abrazaron a sus acompañantes. Todos con una historia en los pies.
El Medio Maratón de la CDMX fue más que una carrera: fue un ritual moderno que combinó historia, esfuerzo colectivo y la inquebrantable voluntad de seguir adelante.
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