Los números, cuando son bien administrados, también hablan. Y hoy, los de Tamaulipas gritan con contundencia: transparencia, eficiencia y responsabilidad.
La más reciente evaluación de la calificadora PCR Verum, al ratificar la calificación de largo plazo en escala nacional ‘A+/M’ con Perspectiva Estable al estado, se convierte en el mejor respaldo institucional a la conducción financiera que ha asumido el gobierno de Américo Villarreal Anaya.
No se trata de un reconocimiento simbólico. Es, en el contexto técnico de las finanzas públicas, un parteaguas que rompe con la opacidad, el dispendio y la corrupción heredada por anteriores administraciones.
El secretario de Finanzas, Jesús Lavín Verástegui, ha conseguido estabilizar un barco que navegaba entre tormentas presupuestales, deuda agobiante y pésima planeación. Hoy, la diferencia se mide en resultados: ingresos propios fortalecidos, liquidez adecuada, disciplina en el gasto, superávit presupuestal, reestructuración de deuda, y —muy importante— inversión pública tangible.
El impacto no es menor. Con menos deuda y mayor eficiencia, se están liberando recursos que se traducen en calles rehabilitadas, apoyos sociales, obras con sentido, programas útiles.
Además, el avance en sostenibilidad bajo criterios ESG —como el impuesto verde, el tratamiento de aguas y la mejora en gobernanza— pone a Tamaulipas en el radar de buenas prácticas en una época donde la rendición de cuentas es un clamor ciudadano, no una cortesía.
El trabajo es visible y el mensaje es claro: cuando se gobierna con honestidad, los resultados alcanzan el nivel de reconocimiento nacional.
Tamaulipas está dejando atrás su reputación de estado fallido. El desafío ahora es consolidar el cambio, resistir la tentación del triunfalismo y blindarse contra el golpeteo que no cesará. Las buenas cifras no resuelven todo, pero sí marcan la diferencia entre un discurso político y una política con resultados.
En la intimidad… Los rumores que corren en Palacio Nacional tienen la fuerza de las tormentas tropicales: a veces se disipan, otras tantas arrasan.
Este fin de semana, la administración federal vivió un nuevo temblor interno, cuando trascendió desde la trinchera del poder un supuesto reacomodo en el IMSS e ISSSTE, con nombres y cargos que ya estaban sobre el escritorio de varios reporteros.
A eso se sumó una posible sacudida en Bucareli, específicamente en una de las subsecretarías. No hubo boletines, no hubo aclaraciones, solo silencio… el más ruidoso de todos.
La estructura del gabinete parece haberse tensado justo cuando más se espera continuidad y no más sorpresas. La llegada de Claudia Sheinbaum a Palacio aún no completa la mudanza institucional y, aunque muchos en el oficialismo hablan de “transición tersa”, otros operan con el filo político expuesto.
Hay algo que no debe olvidarse: la estabilidad política también se refleja en la estabilidad institucional. Y cuando eso se tambalea —aunque sea en trascendidos— los mercados, los sindicatos y hasta los burócratas lo resienten.
En tiempos de ajustes, la ambigüedad no siempre es prudente. A veces, informar con claridad vale más que calmar con rumores.
PD: otro día hablamos del mil chistes maderense, ayer, todos sus amigos salieron al quite… ah pero eso sí,, ninguno le quiere hablar con la verdad.
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