Para comprender el contexto, hay que meterse de lleno a la historia y hablar de lo sucedido con la Guerra de Texas en 1836, con la Guerra México–Estados Unidos entre 1846–1848, de la Intervención de William Walker en Baja California y Sonora entre 1853–1854, pero además de tantas acciones políticas versus la “soberanía nacional”.
Y aun que se me enojen los trasnochados juaristas, es probable que el único que sí estuvo a la par de los norteamericanos, fue el oaxaqueño, y hago pausa, mi general José de la Cruz Porfirio Díaz Mori.
Don Porfirio, a quien los incultos mexicanos no le han hecho justicia, fue protagonista de la histórica reunión con el estadounidense William Howard Taft, en El Paso, Texas y Ciudad Juárez.
En la misma, nuestro glorioso ex presidente le pintó muchos violines a Taft, quien podemos decir perdió en el encuentro, pero luego conspiró para imponer al que, en mi comprender, ha sido el peor mandatario de la historia, Francisco I. Madero, quien se hizo matar por… “menso”.
Que priístas y morenistas le tengan como el “apóstol de la democracia” ese es tema mercadológico, pero no cierto del todo. Pero bueno, el asunto es que los Estados Unidos han doblado, con esa excepción, a México tantas veces como han ocupado.
La anterior a esta, es la que ocurrió durante el primer mandato del inefable Andrés Manuel López Obrador, quien tuvo que guardar sus “hociconeadas” de campaña en 2018 y de su libro “Oye Trump” de 2017, en el que establecía que se merendaría al jefe de Estado Donald Trump.
Y pues qué diferente es la bravata respecto de la realidad, porque apenas si Trump apretó tantito y AMLO se rajó como buen macho tabasqueño. Recordemos. La historia cita que en junio de 2019 la siguiente secuencia de aumento de los impuestos:
“Los impuestos que pagan los productos que México exporta a EE.UU. pasarían del 5% al 10% el 1 de julio, al 15% el 1 de agosto, al 20% el 1 de septiembre y al 25% el 1 de octubre”.
¿Y qué pasó con AMLO? Que tuvo que salir al paso diciendo aquello de “estamos chupando tranquilos” y el canciller mexicano Marcelo Ebrard negoció durante 3 días en Washington el acuerdo binacional con su contraparte estadounidense, donde nuestra Guardia Nacional se convirtió, entre tantas cosas, en policía migratoria bajo el programa de “Quédate en México”.
De este tema Donald Trump se ha burlado tantas veces como se le ha antojado, y algunos piensan, con razón, por todo lo que como nación no hemos realizado en materia de seguridad, salud, educación y cultura, lo que nos lleva siempre a una condición de altísima fragilidad.
Y pueden decir que nunca sucedió, pero en su narrativa es absolutamente posible en la voz de Trump: “Yo les dije que habría un arancel del 25 %. Y él (presuntamente Marcelo Ebrard) me miró y dijo: ‘Señor, sería un honor tener 28,000 soldados gratis y [apoyar] ‘Stay in fricking Mexico’… Nunca he visto a nadie doblarse así”.
Por eso, ahora, ¿qué de raro tiene que México nuevamente esté cediendo? Eso sí, con mayor categoría que en los tiempos bananeros de Andrés Manuel López Obrador.
Cierto o no, en el inconsciente colectivo de los mexicanos, de los que sí van -vamos- “más allá de las hamburguesas y el pollo frito”, diría Cristina Ávila, sabemos que ceder es parte del deporte del actual gobierno, que no tiene capacidad de contener.
Y como si nuestras resorteras están en años luz de la capacidad de fuego de la Unión Americana, tranquilos, que ante la posibilidad de una invasión territorial, como la hemos visto en tantas partes, seguro que “no sucederá”, no obstante que los americanos tengan tecnología para ni siquiera mancharse el uniforme.
Y sé que me van a decir exagerado, pero sitiados estamos, sitiados militarmente también, como para que los románticos piensen que los mexicanos tenemos la fuerza para defender el territorio como sí lo hicieron nuestros antepasados.
Los sobrevuelos de drones espía son una realidad versos el CO, además de que el USS Gravely está pendiente del Golfo y el USS Spruance en el Pacífico, y seguro no están de turismo militar.
Total, que las bengalas, las extracciones, son posibles, por supuesto que sí, pero como nada sucede en la víspera, hay que aguardar pendientes en un escenario donde México cederá, más allá de la narrativa de respeto y comunicación que se mantiene desde Palacio Nacional.
Así, mañana la Parte 2… y que Dios agarre confesados a los que se portan mal.
Nostra Política: “Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”. Winston Churchill.
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