Editoriales

Jamlet Política | Eleazar de Ávila Pérez | La gira de culpabilidad de Canturosas

Mañana es un día más si consideramos lo que realmente somos, polvo en el viento, y, sin embargo, nuestra “micra” existencia disfruta o se tortura con una realidad que flota entre los fantasmas, a lo Pedro Páramo.

En el día mercadológico de Nochebuena, pero no se sabe qué porcentaje es tan buena, en una sociedad de 8 mil millones de habitantes, donde nada ha cambiado. Los peces más gordos se comen a los de abajo y los de muy abajo oran al viento y a su espuma.

No niego la importancia de creer en algo, en Dios y cualquiera de sus manifestaciones. Sin embargo, la realidad nos azota, nos arrodilla para fingir que no tenemos precariedad, con una espiritualidad olvidada en diciembre pero sostenida durante todo el año.

Diciembre, el mes cero, el que debería ser un tiempo para la unión y la reflexión, parece perder cada vez más su esencia espiritual.

Entre las luces brillantes de los centros comerciales y las ofertas de último minuto, el dolor de ya no ser ni de tener ahuyenta el verdadero significado de esta temporada, cada vez más relegada al olvido.

La emoción del sol naciente romano, de la esperanza forzada, entre religiones y devoción por el consumismo. Una celebración que, al menos hasta hace unas décadas, era celebración de unidad familiar, con una fe en lo material y cada vez menos en lo humano.

¿Dónde quedó lo que debería ser el núcleo de estas fechas? Se desvanece bajo el peso del consumismo. ¿Dónde el perdón y la tradición en lo amable? ¿Dónde los rituales automáticos, las posadas, las cenas familiares y los actos de caridad? Todo ha perdido esa conexión íntima con el alma.

Cierto, la religión, pastores y padrecitos, se han descompensado, y hoy diciembre, que debería ser un refugio para reconectar con valores esenciales, se convierte en un torbellino de estrés y urgencias superficiales, dejando poco espacio para la introspección.

Observador por necesidad y profesión, llama la atención que ahora, para no entrar en conflicto, los dueños de la magia de la Navidad la han transformado en lo que se conoce como “Felices Fiestas”, felices parrandas, donde es evidente que o las religiones han perdido la batalla o son tradicionales cómplices del mundo banal que nos toca pervivir.

Alcaldes mentando madres, ahí está Reynosa y su Makito en Síndrome de Estocolmo Familiar, o la gira de culpabilidad de Carlos Canturosas. Y qué decir de los anuncios multiplicados de buenos deseos desde sus mansiones.

Tan pequeños y tan perniciosos como virus entre las constelaciones, donde cuánticamente no significan mucho.

El novelista Graham Greene, que me he forzado a leer, decía sardónico: “Pienso que la Navidad es una fiesta necesaria; necesitamos un aniversario durante el cual podamos lamentar todas las imperfecciones de nuestras relaciones humanas. Es la fiesta del fracaso, triste pero consoladora”.

Y ciertamente: “Siendo niños, éramos agradecidos con los que nos llenaban los calcetines por Navidad. ¿Por qué no agradecíamos a Dios que llenara nuestros calcetines con nuestros pies?” Argumentaba Gilbert Keith Chesterton.

Amén… que todos venimos de donde vamos… no obstante que sigamos todos siendo iguales, pero que haya otros más iguales que otros -OW- .

Así que este día, una sana invitación: solamente salgan a la calle, miren las redes sociales, observen y entérense de los que somos para los de arriba. Agradezcamos si las calles están lisitas, si tienen agua, luz, drenaje, servicio de limpieza, si hay comida suficiente en la mesa, edificada con sus propias manos.

Es simple, revisen la sala de su casa y si esta se parece a las de sus “superiores políticos”, Gloria a Dios. Si los relojes son lo que ustedes no tienen, si las joyas y la humildad de los munícipes están reflejadas en acciones por y para ustedes.

Doble Amén….

Yo, por lo pronto, no festejo el 25, intento más allá del abril probable del nacimiento de Cristo, el 4 antes de nuestra era formal, siempre agradeciendo ser una mota de polvo que trata de hacer el menor daño posible, siempre y con respeto declarando:

“Yo confieso, ante Dios Todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. Amén”.

Nostra Política.- “Aquellos que anuncian que luchan en favor de Dios son siempre los hombres menos pacíficos de la Tierra. Como creen percibir mensajes celestiales, tienen sordos los oídos para toda palabra de humanidad”. Stefan Zweig.

18 pendientes.
Correo: jeleazarmedia@gmail.com.
X: @jeleazaravila
Tel: 5544480360