La educación en Tamaulipas vuelve a colocarse en el centro del discurso público, pero, sobre todo, en la congruencia de las acciones del gobierno estatal. Este fin de semana, en Ciudad Victoria, fuimos testigos de un acto que más allá de las medallas, los discursos y los aplausos, deja una semilla sembrada en la conciencia colectiva: la dignidad del magisterio.
Américo Villarreal Anaya, gobernador de Tamaulipas, presidió la entrega de 284 medallas “Maestro Altamirano” a docentes que han dedicado cuatro décadas de su vida a formar generaciones. Sí, 40 años de vocación, de trazo de futuro en los salones de clase. El mandatario no sólo entregó un reconocimiento, también reafirmó una alianza: la educación pública es motor de transformación, y en estos tiempos de polarización, es un mensaje que vale oro.
Frente al secretario de Educación, Miguel Ángel Valdez García, y al líder de la Sección 30 del SNTE, Arnulfo Rodríguez Treviño, Villarreal Anaya no escatimó en su compromiso con los maestros. Habló de justicia social, de independencia, de soberanía. De cómo el acceso a la educación es más que un derecho: es una conquista. Lo dijo con firmeza y emoción, recordando también su herencia familiar vinculada al magisterio. Porque cuando se habla desde la raíz, el mensaje tiene otra fuerza.
Hoy, el Estado no sólo debe velar por mantener abiertas las escuelas, sino por garantizar que quienes enseñan lo hagan con dignidad, con seguridad laboral y con respaldo institucional. La educación no puede ser rehén de intereses políticos ni víctima de la indiferencia presupuestal. Celebrar a quienes han enseñado durante 40 años es una oportunidad para recordar que en las aulas también se libra la batalla por el país que queremos.
La ceremonia no fue casualidad, fue símbolo. Símbolo de que en Tamaulipas se está decidiendo caminar junto al magisterio. Y en ese andar, no sólo se habla de infraestructura o tecnología, también de inclusión, de valores y de humanismo educativo. Porque como bien lo expresó el gobernador: sin educación pública, no hay transformación real.
En la intimidad… Tampico también enseña desde el corazón. Con un enfoque profundamente humano, la doctora Luz Adriana Villarreal Anaya, presidenta del Sistema DIF en el municipio, echó a andar el programa “Jóvenes Incluyentes Lengua de Señas Mexicana”, dirigido a estudiantes del CETis #22. Una apuesta por el conocimiento, sí, pero también por la empatía. Porque aprender el lenguaje de señas no es solo sumar habilidades técnicas, es abrazar a una comunidad históricamente excluida.
En sus palabras hubo claridad: los jóvenes de hoy, muchos de los cuales se formarán como enfermeros o técnicos en salud, deben estar listos para atender con dignidad y respeto a las personas con discapacidad auditiva. Desde su gestión, Villarreal Anaya ha entendido que gobernar también es abrir caminos para que otros hablen, escuchen y sean escuchados, aun sin palabras.
Y en ese espíritu, el Ayuntamiento de Tampico y el DIF ya capacitan en lengua de señas a 104 funcionarios públicos. La inclusión no se decreta, se aprende, se practica y se defiende. Por eso, con acciones como esta, el sur de Tamaulipas empieza a construir puentes reales, donde la comunicación no es un privilegio, sino un derecho compartido. Una sociedad que aprende a escuchar con los ojos, es una sociedad que empieza a sanar.
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