En años remotos, allá en un lejano reino por “casalachingada”, en medio de una crisis impresionante y devastación; el decadente rey recibió tumbado en la cama a sus siete vástagos. Los miró ferozmente a los ojos, una a uno y –con voz débil— se dirigió a ellos:
– Os he educado lo mejor que he sabido, he intentado hacer de vosotros, hombres libres y de provecho, príncipes capaces de reinar un día sobre estas u otras tierras… Pero parece que no habéis aprendido la más importante de las enseñanzas del buen gobierno. Voy a intentar, por vuestro bien y por el de nuestro pueblo, que la comprendáis en el día de hoy, porque, de lo contrario, solo nos espera el caos y la desolación…
Los jóvenes, perplejos, se miraban unos a otros con estupor, inquiriéndose con la mirada -ninguno entendía de qué hablaba el rey.
La voz del anciano rey los sacó de su ensimismamiento:
– Coged las varas de madera de cedro que hay en ese rincón. Hay ocho, contadlas.
Tras comprobar que el rey estaba en lo cierto, el mayor de los hijos afirmó:
– Así es, padre. Hay ocho varas.
– Bien… Atadlas firmemente con las cuerdas que hay en suelo de ese mismo rincón- solicitó el anciano.
Cuando el mayor de los príncipes terminó de hacer cuanto le había pedido su padre, este lanzó un desafío a sus siete vástagos:
– A ver quién de vosotros es capaz de romper esas ocho ramas…
Pensando que se trataba de una prueba de fuerza para elegir a su sucesor, los hermanos –uno tras otro- pusieron todas sus fuerzas y empeño en intentar quebrar las varas de cedro… Pero les resultó imposible. Acalorados, cansados y sudorosos, con la respiración entrecortada a causa del esfuerzo, escucharon a su padre susurrar:
– Bien, bien… Ahora desatad las cuerdas y tomad cada uno una vara de cedro. Y, por favor, dejadme a mí la más delgada de todas.
Cuando su solicitud había sido atendida, tomó su vara y –con cierta facilidad- la quebró. Sus hijos, que no entendían de qué iba aquello, le oyeron decir:
– Haced lo mismo que yo he hecho, romped vuestra vara.
Todos, debido a su juventud, pudieron seguir sus indicaciones con facilidad… Y ocho ramas partidas de cedro fueron abandonadas sobre el suelo.
Dijo entonces el anciano rey:
– Esta es la lección que hoy debéis aprender: cada una de las varas de cedro nos representaba a uno de nosotros, a cada uno la suya. Cuando estaban unidas, nadie ha podido quebrarlas. Sin embargo, al separarlas, habéis podido romperlas con mucha facilidad. Yo lo sé, y nuestros enemigos lo saben. Mientras estemos unidos, nuestras flaquezas se verán protegidas por la fortaleza del resto de la familia… Sin embargo, si cada uno de nosotros empieza a preocuparse por sus intereses egoístas y olvida sus obligaciones como hijo, como hermano y como príncipe, él caerá y nos hará caer a todos en el caos, en la guerra y en la desolación.
ANONIMO.
Y justamente, ante esa disyuntiva de la unión o encono está la sociedad mexicana. Por suerte de la nación, el periodismo NO SE RINDE. Por eso, ante el presente régimen político, el mismo que se ha extendido territorialmente gracias a sus posiciones gubernamentales en estados y municipios, ese que ha significado una auténtica amenaza para la profesión periodística de México; en el sur de Tamaulipas, surgió recientemente un Colectivo de Periodistas (COPER), con la intención de fortalecer la investigación, la unidad y profesionalismo de los comunicadores.
COPER tendrá su primer periodo directivo de octubre de 2023 a octubre de 2025. Hasta el momento registra una participación activa de 12 periodistas, y constituyó recientemente a su primer Comité Ejecutivo, presidido por Liborio Méndez; la compañera, periodista y empresaria Adela Hernández, participará como Secretaria General; a su vez, la responsabilidad de Secretario Ejecutivo, recaerá en la persona de José Luis García; Gabriela Villalobos, llevará la Secretaría de Finanzas y como Secretario de Actas y Acuerdos, Julio César González.
Enhorabuena… unidos y con fuerza.
En la intimidad… ¡Feliz 2024!
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