José Gregorio Aguilar / TN
Juanito se levantó antes que el despertador. Se puso el uniforme con emoción, como si fuera un traje de héroe. Su mochila, nueva y aún con olor a plástico, lo esperaba junto a la puerta. En contraste, Diego, su vecino, abrió los ojos con esfuerzo. Aún no se acostumbra a la rutina escolar. Su madre lo llama por tercera vez mientras él se cubre la cara con la almohada.
Entre el vapor de la regadera y el eco del inodoro Juanito salió, después de bañarse con mucha calma y cepillarse los dientes, con el cabello aún húmedo y los calcetines mal puestos
En la cocina, su madre servía el desayuno mientras la cafetera burbujeaba y las cucharas chocaban como si también tuvieran prisa. Juanito mordió su pan con frijoles sin dejar de mirar el reloj. Afuera, el mundo ya empezaba a correr
Allá, las calles ya están vivas. El tráfico se agita como si todos hubieran olvidado cómo manejar. Las papelerías tienen fila desde temprano. En la esquina, vendedores ambulantes sonríen con la esperanza de que este ciclo escolar le traiga mejores ventas que el anterior.
En la escuela, los maestros reciben con sonrisas ensayadas. Algunos niños lloran, otros corren, otros simplemente observan. Hay quienes llegan con todo listo, y hay quienes llegan con lo que pudieron conseguir. La brecha se nota, pero nadie la menciona.
En el fondo, hay padres que respiran aliviados. Otros, preocupados por las cuotas, los útiles, los uniformes. La educación pública sigue siendo un derecho, pero cada vez más parece un reto económico.
Mientras tanto, Juanito entra al salón con los ojos brillantes. Diego lo sigue, aún con sueño, pero con la esperanza de que algo lo despierte más allá del timbre. Y así, entre mochilas, prisas y silencios, comienza otro ciclo escolar en Tamaulipas para 1 millón 20 mil alumnos y 55 mil 391 maestros en 7 mil 333 escuelas.