A solo unos días del crucial debate presidencial del 5 de noviembre, los candidatos Donald Trump y Kamala Harris se preparan de manera muy distinta para enfrentarse en los estudios de la cadena ABC en Filadelfia. Este será, probablemente, el único encuentro cara a cara antes de las elecciones, lo que lo convierte en un evento de gran importancia, especialmente considerando lo ajustado de los sondeos.
Por un lado, Trump ha optado por su característico estilo improvisado. En recientes declaraciones, afirmó que no necesita entrenamiento formal, pues asegura que ha “vivido toda su vida” preparado para este tipo de confrontaciones. “Conozco mi tema, y ese es el desastre que los demócratas han causado”, comentó en su último mitin en Wisconsin, restándole importancia a los preparativos formales.
En contraste, Kamala Harris ha adoptado un enfoque más meticuloso. La candidata demócrata se ha recluido durante cinco días en un hotel de Pittsburgh para realizar simulacros de debate, ensayando con un ‘doble’ de Trump que reproduce el estilo del expresidente. Esta estrategia refleja su deseo de abordar cada tema con precisión, especialmente los temas más difíciles que podrían surgir en el debate.
Las reglas del debate han sido cuidadosamente negociadas, y se ha decidido que no habrá público presente, los tiempos estarán estrictamente medidos y los micrófonos se silenciarán para evitar interrupciones. Aunque el equipo de Harris intentó dejar los micrófonos abiertos para fomentar un intercambio más directo, esta petición fue rechazada.
Trump, por su parte, ha aprovechado la cercanía del debate para descalificar tanto a Harris como a la cadena ABC, acusando a la red de estar “sesgada” en su contra y afirmando que su rival ha recibido las preguntas por adelantado, una acusación que la cadena ha negado rotundamente.
Con estilos tan contrastantes, este enfrentamiento podría ser decisivo para atraer a los votantes indecisos en un ciclo electoral que ha estado marcado por la incertidumbre y las polémicas.
Con información de EFE